domingo, 10 de mayo de 2009

Sin madre no hay hogar

Escuela de mujeres de Begoña Ameztoy "sin madre no hay hogar"


A nuestras madres nadie les explicó que su labor era importantísima. Que la presencia de la mujer y de la madre en el hogar era vital para la correcta evolución, no sólo de su familia, sino de la raza humana. No, nadie con criterio les dijo que ser madre y maestra de su descenencia fuera de verdad mucho más importante que trabajar como abogadas, médicas, ejecutivas, cirujanas, arquitectas o cajeras de supermercado.

No he dicho igual de importante, he dicho más importante. Una buena abogada lo puede ser cualquiera, pero una buena msdre, no.

Una buena abogada puede ser sustituida por un buen abogado, pero una buena madre no puede ser sustituida por un buen padre.

Porque la mujer y, por supuesto, la madre son la columna vertebral del hogar. A su alrededor gira la armonía, el equilibrio, la paz y el amor familiar. Ella puede convertir su casa en un paraíso o en un infierno. Por eso era tan necesario, tan perentorio que la estimulasen, que la formasen, que valorasen su labor, que le aplicaran el rango que verdaderamente le corresponde.

Porque todo se gesta en el hogar. El hogar es la placenta donde se forma el embrión del hombre, primero como individuo y después como ciudadano. Si la mujer se siente feliz y realizada en su hogar, todo lo que se geste en él serán a su vez cauces para la felicidad, para la realización personal, para la consecución de un modo de vida enriquecedor, grato, placentero -que viene de placenta-. Si a la mujer se la dota de las claves que tiene en su mano, si se le hace saber que de ella y del hogar que construya depende el orden total del universo, del micro al macro, ella responderá siempre.

Sin embargo, sus enemigos se encargaron muy bien de denigrar su función esencial, de rebajarlas, de burlarse de ellas. Luego vino la tarea de abrirles los ojos: hacerlas creer que eran unas inútiles, unas imbéciles (tal vez sea más correcto decir "¡unas gilipollas!"), por quedarse en casa cuidando la olla de garbanzos y dependiendo económicamente de un tío que jamás baja la tapa del váter después de mear, ronca por las noches y todo el día está poniendo los pies encima de la mesa del salón, cuando sabe perfectamene que es una de las cosas que ella más odia.

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