lunes, 19 de octubre de 2009

Mi desahogo

Hoy voy a escribir una entrada que poco tiene que ver con la crianza y los bebés. Tiene que ver con mi situación personal actual, y aunque este blog no fue creado para eso, necesito expresarme, soltar todo el lastre que llevo encima de alguna manera. Gritarlo al mundo.

Llevo meses sufriendo desesperadamente y en silencio por esta situación. No se exactamente cual fue el momento, ni el detonante, pero el hecho en si, es que mi marido, el padre de mi hija ha dejado de quererme, y se va. Me deja mas tirada que a una colilla con un bebé de 21 meses y sin trabajo. Me deja una casa si, pero me deja el corazón destrozado y sin posibilidad de recuperación. Por que a pesar de todo, yo le sigo queriendo.

Hemos ido muy deprisa. Empezamos a salir un 1 de enero de 2006, tras muchas conversaciones y con mucha ilusión. Queríamos retomar todo el tiempo perdido que no tuvimos en un anterior encuentro a los 18 años. Quizá parte de todo fue eso, que el pretendió encontrar a la persona imaginaria de aquel entonces, y conocerme no ha sido lo que esperaba. En conversaciones la semana antes, ya me dijo directamente “podríamos tener un hijo algún día los dos” lo cual me llenó de ilusión, no tal vez por el hecho en sí de tener un hijo, cosa que me aterrorizaba profundamente y a lo cual yo me había negado toda la vida por otros motivos. El caso es que en ese momento lo tomé como la meta final de todo esto, quería darle todo a este hombre, quería hacerle feliz, y si esa era la manera, así se haría.
Empezamos a Salir y pronto nos fuimos a vivir juntos. Yo tenía mi casa muy lejos y por la situación, y especialmente porque era como el aire que respiraba, decidí venirme con el. Aunque el insista en lo contrario, disfrutaba yo del mejor momento de mi vida, creo que por fin era feliz. Muy feliz. Teníamos muchos planes, recuerdo con amargura como sonreía a diario, aunque solo fuera porque me acordaba de el. Era precioso, un momento mágico, me hacía sentir como una princesa en un cuento de hadas a la que salva su principe azul.. pero en este caso, no tiene final feliz.

Y entonces hicimos planes de boda. Por primera vez me sentí tan a gusto al lado de alguien, tan segura, feliz, radiante, esperanzada y llena de vida que era lo que mas deseaba en el mundo. Me veía a su lado de por vida, miraba a los viejecitos por la calle y sonreía de felicidad al pensar en nosotros así de mayores. Era todo tan bonito, tantas ideas, tantos planes, viajes… Babiera, Roma, Japón… sitios a los que seguramente ya nunca pueda ir.
Y como la boda era inminente, El quiso tener un hijo. A mi me daba mucho miedo, me aterrorizaba profundamente. Quizá todos los miedos que había sentido en mi infancia, todas mis terribles vivencias iban a salir tras el nacimiento de mi bebé… me sentía insegura, no sabia si sería capaz de hacerlo bien… pero era tan grande su deseo, que accedí. Y lo hice sin pensarlo mucho la verdad, sin precaución… y me quedé embarazada al primer asalto. Nos casamos con una Inés de 5 cm en mi barriguita.

Y así pasó un embarazo que prometía ser maravilloso. Rafa era bueno, me colmaba de atenciones, mimos, caricias físicas y psicológicas. Todo el mundo estaba lleno de ilusión, nosotros pletóricos. Hicimos muchos, muchos planes. Pero en mi ignorancia y desconocimiento pocos planes hacía con Inés… no me imaginaba al bebé real, sino al bebé de anuncio, casi un ser vegetal que nace, duerme, come y sigue durmiendo en su cuna sin molestar a nadie. Compramos toda clase de inútiles artilugios comerciales y poco recomendables, cuna, carro, biberones… estaba decidida a dar el pecho, es lo único que tenía claro, pero por lo demás, estaba muy poco informada de lo que era un bebé de verdad, y para colmo nuestro entorno no ayudaba mucho, rodeados de personas que tratan a los bebés como si fueran perros, o muñecos sin opinión y sin naturaleza propia.

Y así llegó Inés. Un 14 de enero tras 10 días de retraso fuimos a inducción programada con la total confianza y el desconocimiento de hacer algo que no era del todo recomendable. Así se mandaba, y así había que hacerlo… porque transgredir las reglas? La inducción fue bien, y salvo algunos acontecimientos desagradables como el monitor interno, la sonda y el terrible desgarro que me mantuvo inmóvil mas de una semana teníamos que reconocer que el parto fue de lo mas natural y bastante bonito, pero nada era como nos habían contado, como habíamos imaginado… Allí estaba esa cosita pequeñita, preciosa y morenita (aunque algunas arpías la desearan “que se le cayera el pelo y saliera rubio”) dispuesta a demostrarnos que las cosas no eran así, que los niños si que nacen con libro de instrucciones a pesar de escuchar siempre lo contrario, que lo único que hay que hacer es observar, escuchar y conectar y todo viene rodado… que el instinto es el arma mas poderosa que tiene una madre, y que el cordón umbilical, a pesar de lo que digan, no se corta nunca.
Y empezó nuestra pequeña batalla personal contra el mundo. Dormíamos con Inés, porque descubrimos que era la única manera de poder dormir, y aquí lo importante no es tener una Cuna con florituras o competir con el vecino cuantas horas duermen nuestros hijos… lo importante es descansar, crecer, dormir bien. Y así se hizo, contra viento y marea. Luego la teta, no fue cosa fácil, también parecía que era lo mas sencillo del mundo, pero casi nos cuesta la lactancia al principio un mal agarre y unas terribles grietas… pero lo peor sin duda, eran esos consejos malintencionados, ese taladrar de oídos constante de la gente que siempre cuenta las mismas historias para no dormir, las mismas batallas… la incomprensión, la descalificación continua de gente como mi suegra intentando minar mi autoestima sin lograrlo. Pero allí estaba ella, con su sonrisita de boquita piñón reforzándome en mis pensamientos, transmitiendome un “así mamí lo estás haciendo fenomenal” y mis libros, otro apoyo incondicional que me reafirmó en mis pensamientos lo que por instinto sabía que era correcto.
Y papá también estaba allí. Apoyando, ayudando… siempre al lado. Papá era un pilar principal en mi vida, al igual que lo era ya Inés. Aún recuerdo y me sale una lágrima mas solo de pensarlo, como cuando venían las visitas y con orgullo les enseñaba nuestra cama doble para dormir todos juntos, como explicaba que lo mas maravilloso era despertar por la mañana con una manita minúscula que te llamaba y te sonreía.

Y así pasó el año, con muchas alegrías. Me encontraba yo en el mejor momento de mi vida, junto a mis dos grandes amores. Papá empezó a insinuar la posibilidad de traer un hermanito. Pero era imposible tan pronto, Inés, una niña de alta demanda necesitaba aún mucha atención para ella sola, no era factible. No, no aún, aunque era una de mis grandes ilusiones, otro hijo, hacer las cosas bien, un parto natural en casa, lactancia sin problemas, portabebés desde el primer día… cosas que ya nunca podré experimentar.

Y Papá aprobó una oposición.

Mi sexto sentido me decía que no, que no era bueno. Pero era tal la alegría que sentía, una merecida recompensa a tanto esfuerzo que me alegraba por el. Bueno, cambio de vida, cambio de trabajo… todo va a ir bien … supongo, me decía a mi misma. Y si, todo cambio… pero no como esperaba.
Papá comenzó un curso de oposición en Marzo. En febrero habíamos hecho una obra descomunal en casa preparándola para la llegada de la hermanita, que se llamaría Ingrid, o el hermanito que se llamaría Bruno. El primer mes pasó impasible, pero algo horrible se avecinaba… y pasó.

El príncipe azul desapareció de la noche a la mañana, ya no era igual… a lo largo de abril y mayo comenzaron los reproches, las malas caras, los disgustos… las exigencias. Ya el colecho no era bueno, ya la teta tampoco. Ya está muy enmadrada y tu muy enahijada… ya pareces tu madre, te portas mal conmigo, eres mala esposa. Maltrato psicológico constante, nadie entendía ya que era una niña de alta demanda, no, se me acusaba a mi de que ella era así por mi culpa. Sufría mucho intentando explicar, sin encontrar las palabras, pero menos aún oidos receptivos dispuestos a escuchar.
Miraba el rostro que llevana viendo algunos años, pero no le reconocía, escuchaba su voz, pero no me sonaba de nada… desapareció el amor, el cariño, las caricias, las palabras bonitas. De la noche a la mañana irrumpió en mi vida Mr. Hide destruyendo todo lo que habíamos levantado con tanto amor…
Me sentía incomprendida, intenté hacer terapía creyendo que el error era mío. Pero no, nadie consiguió cortar el vínculo que me mantenía unida a mi Inés. Y lo agradeceré toda mi vida, agradeceré a mi fortaleza e instinto maternal que no se dejara manipular por ningún indeseable… porque no, la culpa no era mía. En absoluto.

No entendió el concepto de la diada madre-bebé. No tuvo paciencia, no fue buen padre. No se si fue eso, o que de verdad el cerebro masculino no se encuentra en la cabeza que Rafa se enamoró de otra. La conoció en su curso de oposición, ojalá jamás se hubiese presentado a tal cosa… aunque quien sabe si no otra hubiera sido la que se hubiera cruzado.
Rafa se enamoró de otra, y no tuvo la valentía, la caballerosidad y el valor de enfrentarse a ello y contármelo. Inés tenía 15 meses o 16 por entonces. No. Me maltrató psicológicamente, me acusó, me culpó de todos los males. Me hizo sentir mala esposa y mala madre, me rebané los sesos intentando encontrar una solución… le amé incluso mas de lo que siempre le había amado, me aferré a ese amor para salvar la situación.
Y la situación cada día era mas insostenible.

Yo lo sospechaba. Un cambio tan abismal no podía ser por otra cosa. Podían ser influencias de gente nueva a su alrededor, pero no, ese trato, ese cambio era demasiado… había algo mas. No había contacto físico ya, se esfumó el amor. Acabaron de golpe las palabras bonitas, los mensajes al móvil, las cartas, los besos, los abrazos, los motes cariñosos, las sonrisas… todo era infernal, el peor trato de mi vida.

Y cuando ya la situación era insostenible, cuando ya no podía mas… le abrí el mail. Y encontré los mensajes mas dolorosos que he leído en mi vida. Palabras cariñosas, frases preciosas, juegos de seducción que yo tanto había deseado durante esos meses de calvario, se los llevaba otra… Y lo peor no era eso, era comprobar que todo había sido una mentira, que había sido injustamente culpada de cosas que no había hecho, que se me acusó de mil historias que no eran sino la tapadera de un sentimiento de culpa, de no querer reconocer lo que de verdad pasaba, de no querer enfrentarse a la verdad. De no tener agallas para decirme a la cara “ya no te quiero, me he enamorado de otra” que era lo que de verdad pasaba… Y el dolor, ESTE dolor, es inconmensurable.

Y así mi familia, la que con tanta ilusión soñé, anhelé, formé, luché, confié, deseé, a la que me abracé, con la que me sentí segura y feliz y creía firmemente que sería para siempre, desapareció de la noche a la mañana, se volatilizó como un sueño cuando despiertas bruscamente y por mas que intentas retomarlo, no consigues acordarte de nada. Ahora todo cambia, no se si a mejor o a peor, solo Destino lo sabe, pero jamás volverá a ser igual.
Seremos ya siempre solo dos. Inés y yo, juntas hasta que ella decida lo contrario. Ya no mas caricias, no mas niños, no mas ilusiones, no mas amor que el mas puro de ellos, el amor maternal y el amor filial de la hija a su madre. Porque en ella pongo ahora toda mi esperanza, mis anhelos e ilusiones, mi vida, en definitiva.

Y solo deseo que el dolor pase rápido, que el corazón deshecho nunca más vuelva a latir por nadie que no sea mi Inés. No, no merece la pena sufrir así, es una amargura sin fin, un horror sin igual. Pero como un buen amigo me dijo hace poco, ni el amor, ni el sufrimiento que éste genera son eternos. Solo tengo que esperar a que el tiempo juegue una vez mas a mi favor, que cristalice esos pedacitos y no me sigan quemando viva por dentro como ahora. Que Olvido sustituya en mi memoria a Desespero y que pronto pueda volver a sonreír, para que mi pequeña no siga viendo a su mamá triste con la cara llena de lágrimas y una pena constante, sino a su mamá fuerte y contenta de tenerla a su lado.

Pero prometo a quien quiera escuchar, a los Jueces del Kharma, a los dioses de la naturaleza, al vecino de en frente si es lo que hay… que nunca nunca mas, voy a volver a permitir a NADIE que se inmiscuya en mi vida personal, en mi vida y en la de mi niña, que no quiero volver a sufrir por nadie, que prefiero vivir impasible sin grandes sobresaltos, ni positivos, ni negativos. Que de ahora en adelante solo quiero estar TRANQUILA. Y esa tranquilidad, y la de mi familia monoparental, será mi meta a partir de ahora. Y que tantas lenguas hablan de cambiar, de volver a enamorarse, de otra oportunidad, de la juventud… pero no, ya os anuncio desde ahora que no es lo que quiero, que la confianza destruida y el miedo por bandera no me van a poder hacer confiar jamás nunca en un hombre, tan llenos de testosterona. No. No puedo volver a meter la pata nunca mas.
Porque todos ellos Hieren. Vulnerant Omnes.

Cristina. 18 de octubre de 2009

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